La guerra de Corea provocada por el imperialismo norteamericano causó al pueblo coreano inenarrables sufrimientos y enormes pérdidas humanas y materiales.

Hoy también el imperialismo yanqui insiste en culpar a la RPDC del estallido de la guerra, disimulando su naturaleza de provocador y agresor.

Es imposible encubrir o tergiversar la historia.

La guerra de Corea fue un inevitable producto de la pretendida estrategia de Norteamérica para ejercer hegemonía sobre el mundo una vez concluida la Segunda Guerra Mundial.

Con sus colosales ganancias y precipitada hipertrofia a raíz de esta conflagración, Estados Unidos emergió en aquel tiempo como cabecilla del imperialismo en el planeta. Sus objetivos fundamentales eran impedir la creciente influencia socialista y la intensa lucha de liberación de distintas naciones, agravar la tensión internacional y provocar un nuevo conflicto mundial para el logro de su ambición hegemónica.

Como uno de los rumbos principales de su proyecto de operaciones militares, optó el Extremo Oriente, en particular, la Península Coreana, partiendo de su importante posición estratégica desde el punto de vista militar y, sobre todo, de la inquietud de que la RPDC podía convertirse en un inexpugnable baluarte del socialismo.

Mediante la guerra de Corea, intentaba asimismo mitigar su crisis interna e introducir el fascismo militar en su sociedad.
En aquel entonces la Administración Truman afrontaba serios problemas como consecuencia de la crisis política, acondicionada por el fiero enfrentamiento de los republicanos de línea dura a la política de los demócratas que monopolizaban por un largo periodo el escenario político norteamericano, y del estancamiento económico iniciado a fines de 1948 y que se iba volviendo cada vez más caótico.

Halló la válvula de escape en la guerra de Corea, mediante la cual pretendía subyugar al mayor número posible de los países y asegurar fuerzas, bases militares y recursos estratégicos para su ambición de dominar el orbe.

El conflicto en Corea fue, además, un remedio para salvar del gran aprieto el fantoche gobierno de Syngman Rhee y de la decadencia su dominación colonial sobre Corea del Sur.

La camarilla de Rhee, activa ejecutora de su política de la mediatización de la colonia y la guerra contra el Norte, también encaraba una grave crisis como resultado del desastre económico, la lucha de la población contra el “gobierno”, la atmósfera favorable a la reunificación pacífica y el resquebrajamiento de la banda en el poder. El clímax fue su vergonzosa derrota en las elecciones parlamentarias celebradas el 30 de mayo de 1950.

El inminente derrumbe del sistema colonial forzó a Estados Unidos a anticipar la guerra como una manera de hallar soluciones al respecto y tenderle una mano de ayuda a Rhee que se ahogaba.

Puso gran empeño en la elaboración del proyecto de ataque al Norte, teniéndolo como punto de partida de su estrategia de dominar al mundo.

El entonces presidente norteamericano, Truman, dio a M a cArthur, comandante de sus fuerzas en el Extremo Oriente, la instrucción de elaborar un plan para ocupar esta región, incluida Corea.

En virtud de ello, la comandancia subordinada a MacArthur creó los “G-2” y “G-3”, especializados en la planificación de operaciones y el espionaje. A esos grupos se incorporaron la “clase de historia” y la llamada institución “Kato”, compuestas por generales y otros altos oficiales de anterior ejército japonés, quienes se dedicaron durante varios años al estudio y la elaboración del proyecto de guerra.

Fueron diseñados los planes A, B y C, y en ese transcurso fueron revisadas varias veces las concretas acciones del A, primera fase de la estrategia militar yanqui para dominar el planeta.

Por su parte, Norteamérica, procediendo a la estrategia que priorizaba la “guerra restrictiva y parcial”, elaboró un plan más detallado de operaciones de ataque al Norte. Reflejado en un mapa de Corea (con escala de 1:1 millón), el plan se dio a conocer al mundo gracias al Ejército Popular de Corea que, al liberar Seúl en junio de 1950, lo confiscó en la sede de las fuerzas terrestres del ejército títere surcoreano.

En junio de 1949, tenían también planeado evacuar de antemano y a salvo a los norteamericanos radicados en Corea del Sur, entre ellos altos oficiales y familiares de diplomáticos, previendo cualquier emergencia.

La ejecución del plan de ataque al Norte estaba prevista para julio o agosto de 1949, pero se vio truncado por los contragolpes de autodefensa de la Guarnición Popular de Corea. Esto dio lugar al nuevo plan denominado “AL-3” tras la revisión y complementación de otros elaborados entre finales de 1949 y principios de 1950.

Mientras utilizaba a la ONU para la falsa propaganda de que la invasión procedía del Norte y no del Sur, Norteamérica usurpó su autoridad en los preparativos de enviar a la guerra de Corea a sus fuerzas y a tropas de los países satélites.
El revisado y complementado proyecto fue discutido y aprobado en enero de 1950, primero por el Estado Mayor Conjunto norteamericano y luego por el Consejo de Seguridad Nacional.

En los preparativos de la guerra, se centró la atención a la fundación y el engrosamiento del ejército títere surcoreano y a la modernización de sus armamentos.

El 13 de noviembre de 1945, Estados Unidos fabricó la “Comandancia de Defensa” surcoreana en virtud del decreto 28 de la Administración Militar. El siguiente 5 de diciembre organizó la Escuela Militar de Inglés y posteriormente academias a distintos niveles para diversas fuerzas, armas y especialidades, a fin de impulsar la enseñanza de oficiales y cadetes y el entrenamiento de las unidades. En enero de 1946 fundaría la “Guarnición de Defensa” y en 1948 transformaría el ejército títere surcoreano en tropas regulares dotadas de las tres fuerzas armadas.

Cuando se iniciaba la guerra, este ejército contaba con 93 mil infantes, 15 mil efectivos de la marina y 3 mil de la fuerza aérea, todos en activo, así como con un considerable número de reservas, asegurando la superioridad a las fuerzas del Ejército Popular de Corea a razón de “10 contra 1”, tal y como se había propuesto con su amo norteamericano.
El imperialismo yanqui se esmeró además en el afianzamiento de bases militares y materiales para garantizar la ubicación de las fuerzas invasoras y sus acciones. Concentró más del 70 por ciento de las fuerzas surcoreanas en la región del paralelo 38 y los materiales de operaciones y combates en sus cercanías.

Como parte de sus preparativos de la invasión, instigó a sus lacayos surcoreanos a provocar sin cesar a la RPDC: 106 veces entre septiembre de 1945 y finales de 1946; más de 270 en 1947; más de 390 en 1948; 2617 en 1949 –en unidades de batallón, regimiento y división y bajo el mando de la entonces organizada “comandancia de campaña en la región de Ongjin”; y otras incontables veces en 1950 hasta antes de iniciar la guerra.

Sus incursiones marítimas y aéreas desde 1947 hasta la víspera del conflicto ascendieron a más de 330.
Las provocaciones armadas perpetradas por el enemigo entre 1947 y vísperas de la guerra suman más de 5 150 y en ellas fueron movilizados un total de 83 800 efectivos, incluidos 66 400 surcoreanos.

Las maniobras tenían dos objetivos: primero, de obtener “buenos resultados” con las provocaciones armadas en el paralelo 38, extenderlas hasta desatar una guerra total; y segundo, en el caso contrario, ocupar puntos estratégicos y crear condiciones favorables para la futura invasión armada.

Las provocaciones sirvieron asimismo a sopesar la aptitud del ejército surcoreano para combates reales y adoptar medidas pertinentes.

No faltaron campañas de disfraz y artificio para hacer de la guerra una sorpresa y culpar de su estallido a la RPDC.
Ejemplo de ello fue la falsa propaganda de la “línea de defensa de EE.UU. en el Extremo Oriente”, difundida al comienzo de 1950 para disimular su interés en la Península Coreana. El carácter falaz de la propaganda fue revelado más tarde a través del proyecto estratégico NSC-68 sobre las “acciones especiales” a adoptar una vez iniciada la guerra.

El plan fue redactado y acordado por una junta del Departamento de Estado y el Estado Mayor Conjunto, siguiendo las instrucciones dadas por el presidente Truman en enero de 1950, y contó con la aprobación del Consejo de Seguridad Nacional.

Justamente antes de la guerra organizaron actividades de VIPs como el fin de semana libre, viajes y recepciones.
En concordancia con el guión norteamericano, la camarilla títere de Rhee emplearon medios de propaganda venales para difundir la falsa información de que a partir de la hora cero del 24 de junio de 1950 levantaba la ley marcial de emergencia –vigente desde principios de ese mes–, que “autorizaba” a los militares la salida, el pase de pernocta y las vacaciones, y que dos tercios del ejército surcoreano estaban “fuera de su acuartelamiento”.

También difundieron el rumor de que al atardecer de ese día oficiales de la primer línea y la flor y nata de la sede de las fuerzas terrestres del ejército surcoreano “participaron” en el banquete inaugural del club de oficiales, levantado en dicha sede.

Todo estaba listo y solo quedaba lo de prender fuego a la marcha del conflicto.

Para examinar finalmente los preparativos bélicos e impartir la orden de iniciar el ataque, Truman envió a Corea del Sur a Dulles, asesor del Departamento de Estado, en calidad de su enviado especial.

Este llegó a Corea del Sur el 17 de junio de 1950 y al día siguiente apareció en la avanzada del paralelo 38, acompañado por el embajador norteamericano en Seúl, el jefe del cuerpo de asesores militares yanquis y el ministro de Defensa surcoreano, a fin de revisar la disposición de las tropas para el combate y el proyecto de ataque al Norte. A su regreso a Seúl, sostuvo conversaciones secretas con Syngman Rhee para “ordenar”le la invasión del Norte. Mientras se impartía la orden de ataque a unidades militares surcoreanas, en Tokio y Washington se efectuaron las últimas uniones secretas para la provocación bélica.

En una plática a puerta cerrada que tuvo lugar en Tokio desde el 18 de junio con la participación del Secretario de Defensa, el presidente del Estado Mayor Conjunto y el comandante de las fuerzas yanquis en el Extremo Oriente (posteriormente asistiría también Dulles), se reafirmó la necesidad de una nueva activa política en esa región y se le informó a Truman de la fecha de comienzo del conflicto en Corea y del resultado de la investigación sobre el grado de preparación de las mencionadas fuerzas norteamericanas y del ejército títere surcoreano.

Una vez ratificada por Truman, la propuesta fue transmitida directamente a las autoridades militares surcoreanas, quienes el 21 de junio de 1950 impartieron a las instancias inferiores la orden 29 consistente en comenzar el ataque el próximo 25.
A las 4 de la madrugada de esta fecha, el ejército surcoreano, bajo el mando directo de la asesoría yanqui, dieron inicio a una agresión armada total contra la RPD de Corea, por todo lo largo de la zona del paralelo 38.

La guerra de Corea comenzó finalmente.

Todos los hechos demuestran claramente que los imperialistas yanquis son nación y provocadores directos del conflicto de Corea, cínicos perturbadores de la paz y enemigos jurados de la nación coreana.

Si ellos, lejos de disculparse por su historia de crímenes contra nuestra nación y indemnizarlos, siguen provocándonos irracionalmente e insisten en desatar una nueva guerra, nuestro ejército y pueblo no los perdonarán jamás y les saldarán las cuentas cien y mil veces.

Advertimos a los provocadores que del enfrentamiento político-militar no esperen más que la mortal derrota.