La Península Coreana está a punto de un estallido.

El pasado 4 de agosto, apenas “estalló una mina” de origen dudoso en las cercanías de una gendarmería situada al sur de la zona desmilitarizada en la Línea de Demarcación Militar que divide la Península en el Norte y el Sur, las autoridades surcoreanas y Estados Unidos hicieron coro para declararlo como una “provocación del Norte”, insistiendo en que unos intrusos soldados norteños enterraron minas en la franja de la jurisdicción sureña. Al instante, reanudaron a lo largo del frente la emisión radial como parte de su guerra sicológica contra el Norte.

Una versión actualizada del asalto a la estación radial de Görlitz, de hace 76 años. Es como ver alucinado a Hitler resucitado quien le dio inicio a la Segunda Guerra Mundial con su revelación al mundo de la “provocación” del ejército polaco mediante la invasión de su territorio.

La guerra sicológica es de por sí un acto bélico.

Pyongyang no está para pasarla por alto. El 20 de agosto el Estado Mayor General del Ejército Popular de Corea le hizo un ultimátum al Ministerio de Defensa surcoreano por medio del cual le exigió interrumpir dicha emisión y retirar todos los medios de la guerra sicológica dentro de 48 horas y le advirtió que de lo contrario pasaría inmediatamente a una drástica acción militar.

Empero, en horas de la tarde del mismo día las autoridades militares surcoreanas se inventaron un nuevo cuento. Argumentaron que la artillería norteña disparó un proyectil a su territorio y ordenaron lanzar 36 proyectiles contra los puestos militares norteños. La insensatez de aquellos que gritaban o disparaban sin siquiera confirmar la procedencia y el destino del proyectil supuestamente norteño ni clasificarlo, recuerda a un arrebato de locura para cualquiera que está en su juicio.

Reza un refrán: Porrazo al perro loco. Y Pyongyang está enteramente dispuesto a castigar de modo severo a los provocadores.

Para afrontar la crítica situación, por la noche del mismo día la Comisión Militar Central del Partido del Trabajo de Corea convocó a una sesión ampliada de emergencia, en la cual se escuchó el informe de la Dirección General de Exploración del Estado Mayor General del EPC sobre los detalles de la provocación militar sureña producida en esa tarde en la región centrooccidental del frente, la verdad escueta sobre el particular y el movimiento general del enemigo. También se puso sobre el tapete un plan de enfrentamiento político-militar para sofocar la provocación enemiga y se revisó y aprobó el proyecto de la comandancia del frente del EPC consistente en pasar, en el caso inevitable, al contragolpe simultáneo a lo largo del frente.

En su condición de Comandante Supremo del EPC, el Dirigente Kim Jong Un impartió la orden de que a partir de las 17 horas del día 21 las grandes unidades combinadas en el frente pasarán al estado de guerra, completamente armadas y dispuestas a emprender la operación bélica de forma repentina.

En la reunión fueron nombrados y enviados sin demora los oficiales que, en caso de que el enemigo no interrumpiera dentro de 48 horas la emisión radial tendenciosa y desestabilizadora, dirigirían las acciones militares encaminadas a destruir con armas los medios de la guerra de nervios o las operaciones en determinadas zonas para sofocar la posible reacción enemiga.

Pyongyang nunca ha perdonado a los provocadores.

El “Pueblo”, barco armado espía norteamericano que no sufrió ningún daño mientras navegaba por las aguas jurisdiccionales de varios países, fue capturado en su primera intrusión a la RPD de Corea en enero de 1968. Cuando Washington juró la “represalia”, Pyongyang le respondió con una categórica “represalia a la ‘represalia’ y guerra total a la guerra total” y le arrancó un acta de disculpa, algo sin precedentes en la historia del imperio norteamericano.

En abril de 1969 los inclementes soldados de Corea del Norte derribaron un EC-121, avión espía estadounidense que se introdujo ilegalmente en su espacio aéreo. En agosto de 1976 mataron en un santiamén a los oficiales yanquis que les embestían blandiendo el hacha en Panmunjom, sito sobre la Línea de Demarcación Militar. En diciembre de 1994, derribaron de un tiro un helicóptero militar yanqui que incursionó su espacio aéreo. Y en noviembre de 2010 cuando las autoridades militares surcoreanas, instigadas por Norteamérica, ordenaron a sus artilleros disparar contra el territorio de Corea del Norte, la isla Yonphyong, madriguera de los provocadores, no tardó en convertirse en un mar de fuego.

El invencible ejército de Corea del Norte también cuenta con una capacidad de disuasión nuclear nada desdeñable, a fin de amansar a la soberbia Norteamérica que se ensaña con todos los pueblos del planeta blandiendo sus artefactos nucleares.

Nadie debe ignorar que Corea del Norte coloca su dignidad por encima de su vida y está dispuesta y capacitada para castigar y eliminar implacablemente a todos aquellos que la ataquen, no importa el lugar donde estén.

Tanto las autoridades surcoreanas que persisten en provocar a Corea del Norte como Estados Unidos que se lo incita deberán obrar con prudencia.

Pyongyang ha advertido ya solemnemente que a los provocadores les espera solamente la muerte.

Pyongyang no habla por hablar.