En los últimos tiempos Japón se entusiasma en despertar la opinión pública contra la República Popular Democrática de Corea (RPD de Corea).

Su ministro de Relaciones Exteriores, Kishida dijo que no podía tolerar jamás el habla y la acción provocativos de Norcorea que hacía en protesta de los ejercicios militares conjuntos Estados Unidos-Surcorea realizados contra ella misma desde el 7 del marzo pasado hasta el 30 de abril y que era preciso fortalecer la presión internacional sobre la misma. También su ministro de Defensa, Nakatani expresó que no se podía negar la probabilidad de que Norcorea perpetrara provocaciones adicionales y que era preciso prepararse plenamente para hacer frente a la posible emergencia.

Lo mismo ocurrió en la “IV Cumbre de Seguridad Nuclear” efectuada hace poco en Washington.

En víspera de la reunión, un medio de prensa ruso había comentado que la “Cumbre de Seguridad Nuclear” debía exigirle la disculpa a Estados Unidos, el principal país de crimen nuclear del mundo y no ser una reunión de carácter inmoral que tergiversara el problema nuclear de la Península Coreana.

De hecho, Estados Unidos perdió mucho antes la cualidad moral de auspiciar el foro internacional como la “Cumbre de Seguridad Nuclear”. Porque es el primer país que fabricó la bomba atómica y el único que la usó contra la humanidad.

Pero, Abe, premier japonés, lejos de exigirle disculpa al imperio que atentó a su país con la bomba atómica, se situó a su lado en poner en tela de juicio el “problema nuclear” de la RPD de Corea.

Retrospectivamente, al final de la II Guerra Mundial, Norteamérica, arrojando bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki de Japón, los redujo a cenizas y mató en masa a los habitantes, pero sobre esto ni una vez reflexionó y hasta la fecha no se va a responsabilizar.

Japón, el primero y único país bautizado con la bomba atómica, en relación con el problema nuclear, sigue a Estados Unidos, país culpable, lo cual es, de veras, una caricatura política.

Ahora bien, ¿qué es su naturaleza?

Es cobrar el amparo y apoyo del imperio para, por momento, ver satisfecha su ambición política de ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y a la larga, hacer realidad su sueño con la “Gran Esfera de Coprosperidad de Asia Oriental” no realizado en el pasado.

Abe, durante su visita a Estados Unidos, disgustándose de la censura de la sociedad internacional contra la inclinación de su país hacia la derecha, dijo: “Si quieren calificarme de militarista derechista, háganlo, por favor”, revelando tal como era la naturaleza de su país.

Hoy, Japón constituye la más peligrosa fuerza bélica en el planeta y el armamento de sus Fuerzas de Autodefensa está a la altura de las potencias militares del mundo.

El primer objeto de agresión de Japón es Corea. En la pasada guerra coreana Japón, por ser país vencido en la II Guerra Mundial, no pudo participar abiertamente, sino que solo le sirvió de guía a Estados Unidos, pero ahora para tomar la delantera de la agresión a Corea, hace desesperados esfuerzos.

Su naturaleza es bien confirmada también por la visita al Santuario Yasukuni que se realiza todos los años.

En el santuario-templo se conservan las tablillas mortuorias de Tojo y otros delincuentes especiales que cometieron crímenes de guerra sin precedentes en la historia, los más crueles y bárbaros, símbolo de la historia de agresión de Japón y objeto de condena de los pueblos de Corea y del resto de Asia y del mundo.

El premier y otros burócratas de alto rango visitan regularmente al santuario para convertir a los criminales de guerra en “patriotas”, insuflarles a los habitantes el militarismo y no la conciencia de los crímenes del pasado, para establecer un ambiente de reagresión en la sociedad.

Japón, desde hace mucho tiempo, de una y otra manera abrogó uno tras otro los aparatos jurídicos e institucionales que obstaculizaban su agresión al exterior. El año pasado revisó su guía de la cooperación de defensa con Estados Unidos y adoptó la ley de la seguridad, haciendo posible que las “fuerzas armadas de autodefensa”, al socaire de la ayuda militar a las tropas norteamericanas, maniobren en cualquier lugar del mundo y ejerzan el “derecho de autodefensa colectiva”. El ejercicio de este derecho por parte de Japón significa precisamente su participación en la guerra.

La naturaleza de Japón es bien confirmada también por la acción de su círculo político que hace recordar justamente el gabinete bélico de la era del antiguo imperio. 
El mandatario mismo, hablando del envío al exterior de las huestes y la revisión de la constitución, agita la agresión al extranjero.

Atribuye la derrota de su país en la II Guerra Mundial a la debilidad de las fuerzas militares e impulsa la conversión del país en la potencia militar, lo cual amenaza otra vez la región asiática.

La reagresión japonesa al continente asiático es cuestión de tiempo. Ya es iniciada. Su primera destinación es precisamente la RPD de Corea.

Pero, Japón está equivocado. Se olvida de que Corea no es Corea de ayer que no estaba en debidas condiciones de reaccionar a su agresión, estaba completamente privada de la soberanía nacional. Corea socialista de hoy es una de las 6 potencias nucleares que cuenta hasta con la bomba de hidrógeno y está decidida a castigar a Japón que lejos de pedir disculpa de sus crímenes del pasado e indemnizarlos, pretende la reagresión.

Si Japón, negando la realidad, termina por emprender la reagresión, esto lo llevará a la ruina.