He aquí las historias del amor al pueblo de Kim Il Sung (1912-1994), eterno Presidente de la República Popular Democrática de Corea.

Cubilote explotado

Ocurrió a finales de septiembre de 1947, dos años después de que Corea había sido liberada (el 15 de agosto de 1945) de la ocupación militar de Japón (1905-1945), en la entonces Acería de Songjin, situada en la costa oriental del norte del país.

En su visita a la Acería, Kim Il Sung se encaminó hacia el taller de cubilote.

El mencionado taller construido antes de la liberación por los japoneses era muy dañino y peligroso. Después de la liberación en el taller eliminaron los factores de peligrosidad, lograron observar bien la regla de seguridad laboral y disminuyeron en considerable medida los elementos causadores de incidente.

Pese a la disuasión de los acompañantes, el mandatario entró al taller, se acercó al cubilote lleno de hierro colado y cubierto de bastante polvo de hierro y dijo que el acero, por muy preciado que fuera, no era cambiable en modo alguno con la vida de los obreros y que sería tolerable producir poco el acero y eliminaran el taller.

La explosión del cubilote, efectuada cuando un gramo de acero se consideraba precioso, fue una patente prueba de la concepción del pueblo de Kim Il Sung que no perdonaba nada si contraviniera a la salud y la seguridad de la vida del pueblo.


El coste lo contemos después…

Uno de los primeros días de enero de 1962, en su visita a la entonces Hilandería de Pyongyang, Kim Il Sung llegó a un local de trabajo donde como reparaban la tubería, se oía el ruido de escape del vapor y estaba lleno de denso vaho.

Si se hubieran interesado por los obreros, dijo muy descorazonado el mandatario, no se hubiesen tolerado nunca esto. Me propongo construirles a los obreros de esta hilandería una buena fábrica dentro de este año, agregó y salió afuera y se dignó escoger el solar de la nueva fábrica.

Quiso escuchar la opinión de los obreros, dueños de la fábrica, e incluso convocó una reunión consultiva, en la que aconsejó que la nueva fábrica fuera diseñada bien, fuera alta de manera que su interior no fuera sofocante y tuviera buena aireación y que la fábrica se dotara del buen dispositivo para expeler el vaho y resguardarse en el verano del calor. Además, hizo referencia a la necesidad de construir el cuarto de baño, el albergue, el comedor, la casa-cuna, el jardín de la infancia y otras cosas similares.

Si fuera para los obreros, no debemos escatimar el dinero y el coste lo calculemos después de terminada la construcción de la fábrica, dijo el líder coreano.

En virtud de su noble idea de que para el pueblo no se debía anteponer ningún cálculo, se levantó la nueva y vistosa hilandería.


Aunque fuera como cazar con cañón un gorrión

Un día de septiembre de 1976 en la comuna Sangso del entonces distrito Anju de la provincia de Phyong-an del Sur en la parte central de la RPD de Corea se convocó una reunión consultiva de los funcionarios primarios de las diez granjas cooperativas en presencia del Presidente Kim Il Sung.

El mandatario que ya había conocido del estado real y sacado la conclusión de que el malogro de la agricultura se debía a la sequía, calculó minuciosamente las instalaciones y los materiales que se necesitaban para traer el agua del lago Yonphung a la granja.

La introducción del agua hasta en la zona alta como la comuna Sangso necesitaba demasiado mucho fondo.

Por ejemplo, con miras a traer el agua del lago Yonphung a la comuna Sangso, había que traerla con bombeo de varias gradas hasta la comuna vecina y de allí otra vez de la misma manera. Además, como tenía condiciones topográficas desfavorables, aunque se realizara la obra de irrigación, el área que regar eran a lo sumo algunas decenas de hectáreas de campo secano montés y arrozal en bancales. Se trataría de una obra de la que sería difícil esperar la efectividad de la inversión.

Pero, Kim Il Sung quiso traer el agua aunque fuera igual a cazar con cañón un gorrión.

Esto no pasa de ser una prueba de su amor hacia el ser humano.